lunes, 21 de noviembre de 2016

A Propósito del Arte y el Ciudadano Ilustre

Al margen de que la película El Ciudadano Ilustre me provocó mucho fastidio debido a que el personaje de Oscar Martinez es un conchudo con todas las letras, algunas cosas que dice son interesantes y me dejaron pensando.
Y sí, es cierto que la cultura no muere ni hace falta estimularla. La cultura y el arte han sobrevivido miles y miles de años, guerras y catástrofes. E incluso han sido revitalizadas por semejantes desastres.
Habrán pasado los tamaguchi, los myspace, los facebook, los smartphones, pero nada podrá matar al arte, que aun en medio de una Alepo bombardeada, encuentra a un chabón que levanta pedazos de lo que fue una casa y con esa piedra hace un dibujo en un trazo de muro que todavía no se cayó, retratando lo que ve, lo que siente, lo que le pasa.

Si te ponés a pensar un poco, es justamente el dolor, la desazón y los sentimientos heridos los que alimentan al arte. Oscar Martinez (desde la comodidad burguesa de su personaje) dice que no cree en el mito del "artista que tiene que sufrir para crear". Sin embargo él escribe sobre las miserias de su pueblito de la infancia. Es raro ver canciones que hablan sobre lo bien que la pasa el que canta, la piscina y los mayordomos, ¿no? Es más bien para el lado contrario.
Eso no quiere decir que  el artista realmente la deba pasar mal en algún sentido; no necesariamente. Pero sí al menos tiene que tener algo de empatía por el mundo que lo rodea. Eso sí.

El arte no muere nunca y es hermoso pensarlo. Pensar que muchos instintos han sido aplacados en el ser humano (como el de matar al que pasa por al lado con una naranja, solamente porque a vos te apeteció comerla, y ahí nomás le diste con el garrote) pero que las ganas de crear, como sea, con lo que sea, contra quien sea o a favor de quien sea, nunca se terminan y no hay barrera alguna que frene las ganas de expresarse mediante..."algo".

Se podrá creer que estimular a las nuevas generaciones sirve para generar ese arte. Se podrán escuchar miles de historias de cómo un artista empezó su "carrera" cuando el papá o la mamá le daban un crayón y bla bla. Pero lo cierto es que ese motorcito se lleva adentro y pase lo que pase, crayón o no crayón, va a salir como una gota de agua encerrada en algún recoveco, y que siempre encuentra su camino para salir, gotear, e ir a mojarle la oreja a alguien.

Celebremos eso. Que si no, estaríamos perdidos.

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